Las estructuras nacionales e internacionales no existen. Han desaparecido desde un punto de vista global los gobiernos, medios de comunicación, mercado y cohesión social en la totalidad del mundo. En términos bíblicos se vive el «Apocalipsis», el Fin del Mundo, tal y como se conoce. Este fin del mundo no se ha producido por una amenaza exterior, un cataclismo ni nada ajeno o incontrolable por la humanidad sino que representa el fracaso del modelo de existencia humano actual.
Desde un punto de vista místico este «Apocalipsis» se interpreta como un hecho anunciado. Responde al final de la Era de Piscis, dominada por el teocentrismo, el conflicto, lo exterior, la rigidez de la norma sobre el individuo; y el comienzo de la Era de Acuario, que deberá estar caracterizada por la elevación espiritual individual, el retorno al interior y la liberación interna de la sociedad a través de la recuperación de los valores naturales. Es decir, se trata del colapso de un ciclo y el inicio de otro. De esta suerte, este momento final ha sido intuido, profetizado, advertido a lo largo de la historia y como tal ha sido constatado en innumerables culturas, textos y filosofías.
Existen unas fuerzas que han resurgido en este momento de caos y desolación y que han convertido el planeta no sólo en su particular campo de batalla sino también en su tierra de labor. Ambos grupos tienen intereses concretos en el futuro inmediato de la sociedad humana aparte de dirimir sus propias y ancestrales diferencias. Podemos identificarlos con los nombres de Celestes y Caídos.
Ambos grupos representan una visión radicalmente opuesta de entender la existencia, no sólo la humana, y los valores en los que dicha existencia debe sostenerse. Ambas fuerzas han intervenido en el devenir de los acontecimientos en la historia de la civilización humana a lo largo de los tiempos y también lo harán en este momento de hecatombe total, si cabe con mucha menos sutileza que antaño.
Autor: Luis Royo